jueves, 17 de enero de 2013

Capítulo ocho

-Dios mío... te juro que... no sabía nada... me siento fatal...- Intentó disculparse.
-No te preocupes.- Le dije, intentando sonreír.
-Soy una malísima persona, no me merezco que seas tan amable conmigo.- Se quejó.
-Gonzalo, eh, tranquilízate... no lo sabías y punto, no te culpes a tí mismo.- Intenté animarle.
Gonzalo se sentó en el suelo y se cubrió la cabeza con las manos.
Me sentí realmente mal por él e intenté consolarle.
-Vamos, venga Gonzalo, no es para tanto. Venga tranquilízate...-
-De verdad, lo siento muchísimo... no sé que me ha pasado esta tarde pero me he vuelto súper borde...- De repente, Gonzalo comenzó a partirse de risa.
-¿Qué te pasa?- Le pregunté confusa.
- Seguro que parezco un puto bipolar wajajajajaj...- Me dijo llorando de la risa
No le vi la gracia, pero me alegré que se le hubiese pasado la depresión.
-Un poco.- Le contesté intentando fingir que le veía la gracia.

Cuando se le hubo pasado el ataque de risa le ayudé a levantarse y fuimos explorando pasillos en busca de una sala de juegos o algo parecido.
Durante el trayecto, Gonzalo fue explicándome toda su historia. Me contó que tenía un hermano mayor al que no había visto puesto que vivía lejos y que tenía otro hermano pequeño al que no veía desde la muerte de su madre porque se lo había llevado un tal Henry Baker.
En ese momento me paré en seco.
-HENRY BAKER?!?- Chillé asustada.
-Si... ¿Qué pasa?- Preguntó, empezando a titubear.
-Dios santo Gonzalo, no tenemos tiempo que perder, ¡Hay que avisar a toda la Élite Alfa!

Le agarré del brazo y eché a correr por el pasillo que llevaba al despacho de la señorita Montreal, menos mal que había llevado a Gonzalo antes y ya más o menos me sabía el camino... Pero la señorita Montreal, ¿Vería la gravedad del caso? ¿Estaría dispuesta a ayudar? y, los más importante de todo... ¿Por qué la señorita Montreal no había avisado a Gonzalo de esos peligros? Tardamos poco en llegar al despacho, y llamé apresuradamente a la puerta.
-Adelante.- Nos dijo la srta. Montreal.
-¡SEÑORITA MONTREAL! NECESITAMOS URGENTEMENTE REUNIR A LA ÉLITE.
-Dannielle, tranquilízate ¿Qué pasa?- Me preguntó.
-Eso me gustaría saber a mí. ¿El señor Baker no es de la Élite?- Preguntó Gonzalo.

De repente, la señorita Montreal palideció.
-¿Qué pasa con el señor Baker?- Preguntó la srta. Montreal, notablemente más alarmada que antes.
-Pues nada, que se llevó a mi hermano diciendo que lo llevaría a la guardería de la Élite y que podría verle los fines de semana.- Respondió Gonzalo tranquilamente.
-¿¡¿QUE SE QUÉ?!?- Chilló la señora Montreal. -¡Menos mal que se ha dado cuenta Danielle!
La señora Montreal pulsó un interruptor y sacó un micrófono que supuse que estaría conectado por altavoces en todo el edificio.
-Atención por favor a todo el mundo. Necesito que el grupo RVG94 acuda a mi despacho, es urgente. Repito; necesito que el grupo RVG94 acuda a mi despacho, es urgente. Muchas gracias.-
La srta. Montreal volvió a guardar el micrófono en un cajón y nos dijo.
-Pues parece que vuestra primera misión va a llegar antes de lo previsto.-
-¿PERO ALGUIEN ME VA A EXPLICAR LO QUE PASA?- Chilló Gonzalo.
-Ah, si perdona...- Dijo la srta. Montreal. -Pues... ¿cómo explicarlo?... Gonzalo, tu hermano ha sido raptado por el gobierno... por lo que vamos a intentar recuperarlo.-
-¿QUE MI HERMANO QUÉ?- Gritó Gonzalo, empezando a hiperventilar.

En ese momento, entraron Sam, Dyanne, Tami, Josh, Cammy y Oliver.
-¡Danni!- Me dijo Oliver dándome un abrazo. -¿Qué ha pasado?-
-Mirad, os presento a Gonzalo, un nuevo miembro de vuestro grupo. Henry tiene a su hermano y hay que ir a por él.- Dijo la señorita Montreal.
-Hola Gonzalo.- Saludaron todos a la vez.
-Em... Hola.- Saludó Gonzalo, algo cortado.
-Bueno, no hay tiempo que perder. Coged los uniformes y yo de mientras os informo del plan.
Entramos en una sala llena de monos negros y cada uno cogimos una talla que nos cupiese. Las chicas nos fuimos a una habitación para cambiarnos y los chicos a otros.
Estaba nerviosa por saber qué le había pasado al hermano del pobre Gonzalo, aunque también muy emocionada.

Era mi primera misión con la RVG94.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo siete:

-Hola.- Me dijo Gonzalo.
Se le notaba muy distante, pero le entendía perfectamente porque yo había pasado por lo mismo justo el día anterior. ¿Sólo habia pasado un día? Madre mía, pues sí, parecía que hubiesen pasado como dos semanas, pero en realidad sólo habían sido poco más de veinticuatro horas. A decir verdad, me sorprendí y avergoncé de lo poco que me había preocupado por el hecho de que mi abuela no siguiese en este mundo, pero deseché la idea de inmediato. Quería a mi abuela con locura, pero tenía que ser fuerte. Seguramente ella lo habría querido así.
De repente, volví al mundo real y me alivié al ver que Gonzalo estaba sumido en los mismos pensamientos que yo.
Le dí un pequeño toque en el hombro y él, también se despertó de su lío de pensamientos.
-Oye mira...- Empecé. -Sé lo mal que lo debes de estar pasando, por eso yo estoy aquí para ayudarte. Te lo prometo.
-¿Qué te crees? No eres mi psicóloga ni nada por el estilo, muchas gracias. Sé manejarme yo solo y no necesito a nadie.
Así que haz el amable favor de dejarme en paz, gracias.- Me respondió.
Me quedé clavada en el sitio, pero me recuperé rápidamente e hice caso omiso de lo que acababa de escuhar.
-El despacho de la Señora Montreal está por aquí.- Le dije, en un tono notablemente más hostil que el anterior.
Estuvimos andando en silencio hasta llegar al despacho de la Sra. Montreal.
Tardamos un poco más de lo normal en llegar porque me perdí varias veces, pero como no quería admitirlo, me fijaba de reojo en los mapas que había en algunos pasillos para orientarme.
Cuando llegamos al despacho, llamé a la puerta y le dije:
-Señora Montreal, es Gonzalo Díaz, el chico nuevo.-
-Ah si, hazlo pasar por favor. Danielle, ¿te importaría esperar fuera?- Preguntó.
-Para nada.- Le dije y salí de la habitación.
Estuvieron hablando durante un buen rato, yo mientras tanto, me senté a esperar en un sofá que había cerca de la entrada. Estuve pensando en lo brusco que había sido Gonzalo al hablarme, por una parte, era bastante normal, pero por otra, debería haber tenido también en consideración a los demás. También le estuve dando vueltas al tema de quela Sra. Montreal quisiese hablar con Gonzalo a solas cuando ella, en su reunión, había estado con Didi todo el rato. Con el aburrimiento de la tarde mepuse a pensar en cosas súper absurdas para pasar el rato con las que finalmente, acabé partiéndome de la risa.
¿Y si quería estar con él a solas para violarle?
¿Y si eran amantes secretos y se iban a escapar por un tubo escondido en un armario?
¿Y si Gonzalo era un traficante y estaban intercambiando marihuana en ese mismo momento?
Contra más disparatada era la idea, más me reía. Me parecía muy cómico imaginarme a la Sra. Montreal con gorra de chusma y cadenetas de oro colgando del cuello. O imaginármela loca de amor por el antipático de Gonzalo y huyendo al estilo Heidi saltando.
Cuanto más me imaginaba, más me reía y pensé que iba a tener que buscar un baño dentro de poco como no se diesen prisa en salir. En ese mismo instante, la puerta se abrió y salió Gonzalo acompañado de la señorita Montreal.
-Danielle, ¿puedo hablar contigo un momento?- Me preguntó la señora Montreal.
-Por supuesto señora.- Le contesté, y la acompañé dentro.
La señora Montreal cerró la puerta y volvió a su sitio, yo me senté en una de las sillas que había delante suya e intuí que en esa misma se había sentado Gonzalo puesto que estaba todavía algo templada.
-Mira Danielle, vas a tener que perdonar a Gonzalo, está muy alterado por la muerte de su madre y le va a costar un tiempo adaptarse. Sólo era eso, que intentes ayudarle en todo lo que puedas, que ya más tarde se dará cuenta de lo mucho que le has ayudado. Es lo único que te pido.-
-Por supuesto, confíe en mi.- Le respondí.
La Sra. Montreal asintió levemente con la cabeza y se dirigió a la puerta para abrirla.
-Muchas gracias Danielle.- Me dijo. Y con eso, abrió la puerta y salí fuera, donde me esperaba un chiquillo rebelde y alteradísimo por la muerte de su madre.
-Bueno... ¿vamos?- Le pregunté.
Gonzalo se limitó a asentir levemente la cabeza y a seguirme. Cuando llegamos a la habitación 174 me quedé mirando a Gonzalo esperando a ver si abría la puerta. Se esperó un rato en silencio y después, lentamente, se metió la mano en un bolsillo y sacó la llave.
-Hazlo más lento, a ver si nos morimos en el intento.- Le dije.
Gonzalo me echó una mirada asesina, pero se dió un poco más de prisa.
-Gracias.- Le dije al ver que me cedía el paso para entrar, al menos le quedaban algo de modales.
La habitación era prácticamente idéntica a la mía por lo que supuse que la ropa y lo que necesitaba se encontraría en los cajones.
-Oye Gonzalo, la ropa y todo lo que necesites se encuentra en los cajones; es un poco confuso al principio, pero si rebuscas bien acabas encontrándolo todo.- Le informé.
-Ah, vale... gracias.- Me dijo, relajando un poco la expresión.
-Si necesitas algo, estoy en mi cuarto. A las nueve y media paso a recogerte para que vayamos a cenar. ¿Vale?-
-Si... muchas gracias... em... Danielle.- Me dijo. Esta vez, la comisura de sus labios se elevó un poco, pero lo suficiente como para que me diese cuenta.
Le sonreí y volví a mi habitación, no era tan mal chico, lo que pasaba era que estaba solo en el mundo y no lo estaba aguantando bien, no era lo suficientemente fuerte como para soportarlo tranquilamente.

Una mariposa revoloteaba a mi alrededor, subía cada vez más alto y más alto hasta que estuvo tan cerca del Sol que empezaron a derretírsele las alas. Intenté gritarle a la mariposa, segura de que me entendería, pero en cuanto quise pronunciar una palablra, me entró un ataque de tos que me impedía respirar. En cuanto me desperté, descubrí a la mariposa muerta a mi lado y de repente, se transformó en mi abuela. Comencé a llorar incontrolablemente y cuando me desperté toda la almohada estaba llena de lágrimas.
Miré la hora, eran las nueve de la noche.
"Vale, tengo media hora antes de recoger al nuevo." Pensé.
Lo primero que hice, fue secarme las lágrimas y quitarle la funda a la almohada para ponerla a secar. Después de eso, me metí en la ducha para quitarme toda la suciedad del rímel que se me había pegado a las mejillas.
Tardé veinte minutos en ducharme y cinco en vestirme. Me puse los mismos vaqueros de antes y una camiseta ancha de rayas azules y blancas.
Mientras salía, me miré a mí misma en el espejo; tenía cara cansada y debajo de los ojos se me había empezado a formar un círculo morado... mierda, ojeras...
Salí al pasillo y llamé a la puerta de Gonzalo, que me abrió la puerta rápidamente. Llevaba la misma camiseta que cuando había llegado, pero había cambiado los vaqueros por unos pantalones color crema.
-Hola.- Me saludó.
-Hola Gonzalo, ¿tienes hambre?- Le pregunté.
-La verdad es que no mucha, no.- Me respondió.
-Yo tampoco, a decir verdad.- Le comenté.
Me dí cuenta de que a Gonzalo también se le habían formado unas ojeras moradas idénticas a las mías. Aparte, me fijé que sus pestañas estaban todas unidas y empapadas en lo que supuse que habrían sido lágrimas.
-Oye, ¿qué te parece si en vez de ir a cenar nos quedamos aquí y jugamos a las cartas un rato?- Le pregunté.
-Pues me parece que una idea tan buena es imposible que se te haya ocurrido a ti.- Me dijo riéndose.
-¡Capullo!- Le grité, dándole un empujón. -Mira, si quieres buscamos una sala común, que seguro que hay y nos ponemos allí a jugar, ¿qué te parece?- Le propuse.
-¿Cómo que a buscar? ¿No conoces este sitio?- Me preguntó extrañado.
-Pues no cielo, no lo conozco porque yo llegué ayer.- Le respondí.
Gonzalo se quedó helado.
-¿Qu-quieres decir qu-que t-tu...?- Tartamudeó.
-Sí, mi abuela murió ayer.- Le contesté.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo seis:


Se abrió la puerta para mostrar una habitación redonda con un sofá y varios sillones. Las paredes de la habitación estaban ocupadas por nueve puertas esparcidas desigualmente. Nos sentamos en los sofás y Tami fue la primera en explicarme todo.
-Mira, Danni ¿te puedo llamar Danni? Cada uno de nosotros tiene una cualidad, como te ha explicado Sam hace un rato. Bien pues cada uno de nosotros nos vamos a seguir entrenando hasta las once, tres horas, y después tendremos un descanso de una hora, a las doce empezamos a dar clases reales para no quedarnos atrás y acabar siendo unos analfabetos.- Me dijo Tami sonriendo. 
-Las clases serán de doce a cuatro menos cuarto, es decir, que durarán tres horas y cuarenta y cinco minutos.- Prosiguió Josh. -Tú cada día probarás una actividad nueva para ver en cual te asientas mejor. En cuanto encontremos lo que se te da bien, eso pasará a ser tu don.- Terminó.
-Vale gracias.- Dije sonriendo.
En ese momento, por la puerta de acero apareció una mujer de más o menos unos treinta y seis años. Tenía el pelo rojizo y ondulado recogido en una coleta, la piel era muy pálida y tenía unos labios carnosos y muy rosados. 
-Buenos días pequeños aprendices.- Nos dijo con voz militar, de repente se fijó en mí y se le ablandó la expresión.
-¡Pero si tu eres Danielle Williams! Encantada, yo soy Jane, la entrenadora de estos bichejos.- Saludó.
-Ho-hola, s-soy Danielle...- Tartamudeé.
-Bueno Jane como puedes ver a Danni no se le dan muy bien las presentaciones, pero tranquila que tiene don.- Dijo Sam.
-Eso ni dudarlo enanito.- Respondió Jane riéndose. -Bueno Danielle supongo que ya te habrán informado sobre cómo trabajamos aquí ¿no? Bien, pues chicos, vosotros a lo vuestro y no os pongáis demasiado celosos si esta semana le presto especial atención a la chica nueva.- Comentó la entrenadora.
Jane me cayó bien al instante, era la típica persona en la que se podía confiar. 
Empecé a entrenar con Didi y sus pistolas en una sala con muchísimos aparatos de tiro al blanco. Sam tenía razón, era increíble la facilidad con la que mi amiga destrozaba cualquier obstáculo de un balazo.
Cuando terminó la hora, fuimos a comer y después tuvimos Historia del Arte con Jane. Todo se me pasó volando, lo que en parte fue un alivio porque quería volver lo antes posible a mi habitación.
Cuando terminamos, todos tenían pensado ir a una heladería que había cerca de Jackson Street, la calle donde descubrí por primera vez lo que era la Élite Alfa. 
-¡Me voy a pedir un helado enorme de chocolate!- Dijo Cammy, ya soñando con su helado.
-Pues el mío va a ser de vainilla- Dijo Sam.
-Pues yo la verdad es que no tengo muchas ganas de ir, que digamos.- Solté.
Todos me miraron asombrados.
-¿Te pasa algo cielo?- Me preguntó Tami preocupada.
-No Tami, perdóname.-Le respondí. -Sólo estoy un poco cansada, eso es todo.
-Mira Danni, ¿por qué no te vas a tu cuarto y esta tarde la pasas tranquilita? Creo que te vendrá bien.- Me dijo Josh.
-Vale, eso haré Josh, gracias, en serio, siento mucho fastidiaros los planes chicos pero es que estoy agotadísima.- Intenté excusarme.
-No te procupes Danni,- me dijo Oliver. -Íbamos a ir de todas formas.
-¡Capullo!- Le dije riéndome y dándole un empujón. -Bueno pues nada, os veo a la hora de la cena.

Nos despedimos y me encaminé hacia mi cuarto, iba tan cansada que arrastraba los pies exageradamente. De repente, me paré, me pegué una torta a mí misma y empecé a partirme de la risa yo sola en el pasillo. Cuanto más me daba cuenta de que estaba haciendo el ridículo, más me reía y acabé en un mar de lágrimas y uno de esos "¡aaaaay!" que te entran al terminar de reírte.


Al final, logré entrar en mi habitación soltando risotadas de vez en cuando. Me sentía feliz, me hacía mucha falta reírme y por fin lo había conseguido, de una manera extraña, pero lo había conseguido.


Me tumbé en la cama exhausta y me quedé dormida en cero coma. Dos horas más tarde, me desperté bastante aturdida, rebusqué en el segundo cajón y encontré unos vaqueros y un jersey rosa. Salí al pasillo a dar una vuelta 
y para refrescarme un rato. Cuando llevaba una media hora más o menos recorriendo pasillos, me encontré con la anciana que me había abierto la puerta cuando entré por primera vez en el despacho de la señorita Montreal.

-¡Señorita Danielle! ¡La... estaba... buscando!- Me dijo, intentando recuperar el aliento.

-¿A mí?- Pregunté.
-Si, si... a usted. Me respondió tranquilizándose un poco.-Es que acaba de llegar un nuevo componente de su grupo, su madre acaba de morir, se llama Gonzalo y es de España. Yo no puedo ocuparme de él porque la Señora Montreal me necesita, por lo que venía a pedirle si usted le puede ayudar.

Me quedé pilladísima, otro desafortunado... la vida era injustísima...


-No se preocupe, yo le ayudo.- Le dije.

-Muchísimas gracias señorita Danielle, voy a llamarlo no se mueva de aquí, por favor.- Me avisó la anciana mientras volvía a salir corriendo.

Esperé como mucho diez minutos y ya aparecía la señora de nuevo. A su lado, había un niño que tenía como máximo unos quince años. Tenía el pelo castaño oscuro y los ojos marrones, era muy delgado y tenía cara de cansado. 


-Señorita Danielle, este es Gonzalo Díaz Martín, el nuevo chico que ha llegado desde España. Llévelo al despacho de la Señora Montreal y más tarde, a la habitación 174, la contigua a la suya. Cuando se haya relajado un poco, bajen al comedor a cenar y mañana presénteselo a la Maestra Jane. 

-Muy bien, ahora mismo vamos.- Le aseguré. -Por cierto, ¿cómo se llama usted?-
La señora sonrió y me contestó: -Soy Ninian Basquett, pero por favor, llámeme Nina.
-Muy bien, gracias Nina, yo me encargo de Gonzalo. Le volví a asegurar.

La vimos alejarse por el pasillo y cuando ya no estaba más a la vista, me giré hacia Gonzalo y le dije:

-Bienvenido a la Élite Alfa.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Capítulo cinco:


A la mañana siguiente me desperté gracias a una alarma anónima que acababa de empezar a sonar. Me desperecé un poco y me levanté. Empecé a rebuscar por los cajones y allí encontré un mono negro como el que había llevado Didi el primer día que la conocí. Me lo puse y salí al pasillo dirigiendome a la habitación 185. Llamé a la puerta y me fijé en un reloj que había colgado en la pared que marcaba las siete y diez minutos. De repente Didi me abrió la puerta con una sonrisa muy grande, llevaba el mismo atuendo que yo, pero a ella le quedaba mejor (tenía que admitirlo). 
-Buenos días peque.- Me saludó. -¿Lista para tu primer día en la élite?- 
-Más o menos...- Respondí. 
-Seguro que te encanta, pero primero vamos a desayunar.- Me dijo agarrándome del brazo y corriendo pasillo abajo. 
Llegamos a un ascensor que tenía por lo menos cincuenta botones y Didi presionó uno en el que se leía "Desayuno" y bajamos a un bufete lleno de comida de todos los tipos y de personas de todos los lugares. 
-Ven, te voy a presentar al resto de las personas de nuestro grupo.- Me dijo, llevándome hacia una mesa redonda en la que se sentaban varias personas más. 
-Hola a todos.- Dijo Didi.
-Hola Didi, buenos días Danielle.- Saludó una chica pelirroja con el pelo liso y largo que tenía muchas pecas y los ojos verdes. 
-Hola.- Dije sonrojándome.
-Peque, mira estos son Tami, Oliver, Max, Josh y Cammy. ¡Ah! Bueno y Sam que ya lo conoces.- Me dijo Didi señalando a cada uno con la mano.
Los miré a todos. Tami era la chica del pelo pelirrojo, Oliver tenía el pelo rubio, la piel clara y los ojos de un azul muy intenso, Max tenía el pelo castaño y los ojos verdes, Josh tenía el pelo muy oscuro y los ojos negro azabache y, por último, Cammy tenía el pelo largo, ondulado y castaño, su piel estaba muy bronceada y sus ojos eran de color avellana.
-Encantada.- Saludé a todos.
-Hola Danni, te explico. En nuestro grupo, cada uno tiene sus propias habilidades, por ejemplo, Tami es de Irlanda y maneja muy bien el arco y las flechas, además, es muy inteligente.- Me explicó Sam.
-Hola de nuevo Danni.- Saludó Tami con una sonrisa que mostraba unos dientes blanquísimos. 
-Hola.- Le sonreí también.
-Oliver viene de Suecia y es un increíble nadador y atleta. No he visto persona más rápida que él.- 
-Encantado peque.- Dijo Oliver guiñándome un ojo. 
Me sonrojé un poquito y esto provocó una carcajada por parte de todos.
-Ten cuidado, es todo un conquistador.- Bromeó Josh.
-Max es de China y es un genio con las artes marciales. ¡Hace triples saltos mortales con una facilidad increíble!.- Prosiguió Sam.
-¡Hola Danni! Tenía ganas de conocerte en persona.- Me dijo Max. 
-Gracias.- Le respondí sonriendo. -Yo a vosotros también.-
-Bueno, Josh es inglés y es un experto en los ordenadores, no hay virus que se le resista.- 
-Encantado Danielle.- Saludó Josh. 
-Hola Josh, igualmente.- Respondí.
-Por último, está Cammy, que es de Australia y es una experta en escalada y una magnífica gimnasta.- Sonrió Sam.
-¡Ay! ¡Qué va! Danni no le hagas caso.- Dijo Cammy pegándole un pequeño empujón a Sam.
-Bueno y casi se me olvida a mi Diddelina Puchipuchi, que es italiana y lo que mas le gusta es enfadarse conmigo aunque también maneja a la perfección todo tipo de pistolas, por lo que no te recomiendo enojarla.-
-¿En serio eres italiana?- Le pregunté sorprendida. 
-Certo che sono italiana piccolina mía.- Me dijo Didi en italiano. 
-¿Y tú?- Le pregunté a Sam. 
-Pues yo soy estadounidense y digamos que se me dan bien las armas de cuerpo a cuerpo.- Me respondió.
-¿Las qué?- Pregunté.
-Las espadas, los bates de béisbol o cualquier objeto de ese estilo.-
-¡Vaya todos tenéis cualidades increíbles! Yo lo único que se hacer es bailar...- Respondí.
-Cielo, si la señora Montreal te ha puesto en este grupo es porque alguna cualidad debes de tener. Aquí no entra cualquiera ¿sabes?- Me dijo Oliver sonriendo. 
-Venga Danni, vamos a coger algo rápido que en veinte minutos tenemos que estar en la sala de entrenamiento.- Me avisó Didi.
Desayuné un bol de cereales, un vaso de zumo de naranja y una tostada con Nutella. 
A las ocho menos cinco, todos estábamos abajo listos para empezar el entrenamiento o lo que fuese. Todos llevábamos lo mismo, un mono negro con rayas rojas en los hombros.
Nos paramos ante un puerta enorme de acero. Uno a uno, todos pusieron la mano en una placa verde que parecía ser un escáner. 
-Tú también.- Dijo Cammy sonriendo.
Puse mi mano sobre el aparato y noté que estaba frío y vibraba levemente. El escáner se iluminó y escribió: "Danielle Williams, nueva integrante de el grupo RVG94." 
En ese momento me sentí feliz, sentí que acababa de ganar una familia que me quería, que pertenecía a algo y que podía confiar a aquellas personas que pertenecían a un grupo, que ya era también mi grupo, el grupo RVG94.

Capítulo cuatro:

Entré en mi habitación y me tumbé en la cama. ¡Puuuuf! Estaba exhausta después de tantos sucesos en un día. 
De repente se me iluminó una bombilla en la cabeza. La última vez que ví a la abuela estaba perfectamente sana y no la había vuelvo a ver ni viva ni muerta desde entonces... ¿Tan inocente podría haber sido yo como para dejarme raptar así? Comencé a hiperventilar del miedo a que todo fuese un rapto o algo por el estilo. -Venga Danni, relájate y enciende la tele.-
*¡clic!*
En la tele estaban echando el telediario y justo cuando iba a cambiar de canal, me quedé congelada con la noticia:
-Y ahora, con la última noticia del día. Una señora de tercera edad ha sido asesinada mientras hacía de cenar para alguien, todavia se desconoce al individuo, que vivía con ella. Las razones problablemente sean maltrato o parecido. Ahora mismo le están realizando la autoxia pero
*clic!*
-Siento que tuvieras que ver eso.- Me dijo una voz que reconocí de inmediato.
-¡Sam! ¿Cómo has entrado?- Pregunté alarmada.
-Bueno, digamos que atravesar puertas abiertas se me da bastante bien.- Me respondió sonriendo un poco.
-¡Dios, es verdad, la puerta!- Dije, poniéndome de pie.
-No te preocupes, ya la he cerrado yo. Sólo te traía esto por si te animaba un poquito.-
Miré lo que Sam llevaba en la mano y descubrí, una taza de chocolate caliente con nubes de color rosa y nata por encima.
-¡Sam, eres un cielo! Muchísimas gracias.- Chillé poniéndome de pie y dándole un abrazo.
-¡OYE! ¡Cuidado con esto!- Dijo Sam poniendo el platito con la taza en mi mesita de noche. En cuanto se puso recto lo abracé con todas mis fuerzas. 
-De nada preciosa.- Me susurró al oído. -Pero venga,- Dijo, separándome de su lado. -Ahora duermete que mañana no va a ser un dia relajado, eso te lo adelanto.- Me sonrió, con esa dulce y amable sonrisa suya.
-¡Pero si no tengo ni pijama!- Protesté. 
-Busca en los cajones, a ver si encuentras algo.- 
Rebusqué en el primer cajón que había y me encontré un pijama muy suave. 
-Voy a ponérmelo.- Dije, entrando en el baño.
Cuando volví a salir, Sam estaba sentado en un sofá que había en la habitación. 
-Venga peque, duérmete ya.- Me dijo levantándose y yendo hacia la puerta. 
-¿Sam?- 
-Dime.-
-¿Te importa quedarte aquí hasta que me quede dormida?- Pregunté.
-Pues claro.- Dijo, y sonriendo se volvió a sentar en el sofá.

Capítulo tres:

Pasados unos veinte minutos, llegamos a un bosque que daba un poco de miedo. 
Didi aminoró la marcha y nos paramos delante de un árbol enorme al que le habrían hecho falta por lo menos ocho personas para rodearlo con los brazos.
Nos acercamos a el en silencio hasta que Didi me dijo: 
-Bueno Danny, bienvenida a tu nuevo hogar.-
-Gracias.- musité.
Didi presionó un panel que hasta ese momento había estado oculto y de repente el árbol se abrió por la mitad enseñando un ascensor blanco de esos que hay en los hospitales. Me quedé sin palabras aunque la verdad no sé por qué, pero me imaginaba que ocurriría algo por el estilo.
Entramos en silencio y Didi presionó un botón en el que se leía: "PB" 
-¿Qué significa PB?.- Pregunté.
-Son las siglas de Planta de Bienvenida.- me respondió Didi con una sonrisa. 
Bajamos hasta la PB y en cuanto se abrieron las puertas me encontré en lo que parecía una mezcla de oficina y hospital. 
-¡Eh, chicos pero si ya está aquí la nueva!- Gritó alguien.
De repente toda la sala reparó en mí, lo cual me hizo ponerme súper nerviosa. 
-No te preocupes cielo, que aunque no lo parezca, no muerden.- Me dijo una voz que venía de detrás mía. 
Me dí la vuelta para ver quién era el emisor y me encontré a un chico alto y rubio con unos ojos marrones que me tranquilizaron al momento.
-Ho...hola, y...yo soy Da...Danielle.- Dije fracasando en el intento de parecer normal. El chico se rió un poco entre dientes y me contestó:
-Encantado Dadanielle yo soy Sam.- me dijo y al instante me puse rojísima, me volví todavía más colorada al darme cuenta de el ridículo que estaba haciendo. 
-Muchas gracias por casi conseguir que se me desmaye Sam.- Murmuró Didi, notablemente enfadada.
-Denada Diddelina Puchipuchi.- Dijo Sam enfadando todavia más a Didi. -Y espero que volvamos a vernos Danielle.- Añadió guiñandome un ojo. 
-...idiota...- Musitó Didi. -En fin.- Dijo repentinamente volviéndose hacia mí. -Tienes que conocer a las Señora Montreal.- 
Recorrimos millones de pasillos, subimos y bajamos ascensores, cogimos atajos... hasta que finalmente llegamos a una puerta de color crema en la que estaba escrito:
SRA. MONTREAL
Didi llamó a la puerta y esperó a que abriesen. Una señora bastante anciana nos abrió y me dedicó una cálida sonrisa. Le devoví la sonrisa tímidamente y de repente la anciana dijo: 
-Señora, ya ha llegado Danielle Williams y va acompañada de la señorita Dyanne.- Anunció la señora, sonriendo a Didi.
-Muy bien, hágalas pasar, por favor.- Respondió una voz que reconocí de inmediato. Era la voz de la persona que me había hablado a través del teléfono por la mañana.
-Bienvenida señorita Williams. Seguramente se estará preguntando que qué estara haciendo aquí, por lo que se lo voy a explicar. Usted acaba de tener una pérdida enorme puesto que su abuela era el único miembro de su familia que quedaba. ¿Me equivoco?- Negué con la cabeza apenada. -Como usted bien sabe, sus padres fallecieron en un asesinato en el que también murieron muchas más personas, como los padres de su reciente amiga Dyanne Bridges y muchísimas personas más. Bien, pues, ellos trabajaban como científicos aquí en nuestra zona del laboratorio. Tú en cambio, trabajarás con la señorita Bridges y otros pocos en un programa especial que tengo preparado. Ahora tendrás que adaptarte a las instalaciones puesto que vas a pasar gran parte del tiempo aquí, pero, antes Dyanne te mostrará el camino a tu habitación para que puedas descansar. Empezaréis mañana, por la mañana a las ocho. Muchas gracias chicas, hasta luego.-
Salimos de la habitación y tras recorrer pasillos, atajos y salas; llegamos a una puerta con el número 173 escrito. 
-Ésta es tu habitación, la mía es la 185 Estáte preparada a las siete y cuarto para desayunar. Encontrarás todo lo que necesitas en tu habitación. Buenas noches.- Me dijo, y con una sonrisa bajó por el pasillo y giró a la derecha.

Capítulo dos:

-¿Esperándome a mí? Pergunté confusa.
-Sí, a usted. Pero por favor, no haga preguntas y salga del edificio en el que se encuentra, ese lugar no es seguro. Ya le explicaremos por el camino.-
-¿Y cómo se yo que me puedo fíar de ustedes y no del señor Baker?-
-Porque usted es la hija de Sarah y James Williams, sus padres murieron asesinados por las personas que se encuentran a su alrededor.-
-Eso no es cierto.- Repliqué -mis padres murieron en un accidente de tráfico.-
-Señorita Williams, sea razonable. ¿De verdad piensa usted que a una chica de cinco años recién huérfana se le va a explicar tal cosa?- Preguntó la voz, con un cierto tono de ironía.
-Vale, y... ¿qué se supone que es lo que tengo que hacer?-
-Primero salga del edificio y encontrará una persona con una gorra de los Lakers. Pregúntele dónde se encuentra Jackson Street y siga las direcciones que éste le proporcione. Una vez allí, busque una Vespa de color rosa. 
-Vale...Lakers, Jackson Street y Vespa rosa... Hecho.- Dije, memorizándolo todo.
-La esperamos en breves momentos señorita Williams.- Respondió la voz. *beep, beep, beep* 
-Vale.- Pensé. -Ahora a buscar la gorra de los Lakers...- Y con eso, salí a la calle. Miré varias veces a mi alrededor pero no encontré nada. Justo cuando empezaba a desesperarme y a pensar que todo esto era una broma pesada, divisé a lo lejos un hombre de mediana edad con una gorra azul de los Lakers, el señor me miraba fijamente con una cara que parecía decir: "No veas la cegata esta que no se da cuenta de nada"
Me acerqué un poco intimidada pero conseguí preguntar: 
-Perdone señor,¿ me podría decir dónde está Jackson Street?-
-Mm... sí, vale...- murmuró, con un cierto aire de desconfianza -Mira, ¿ves esa farola de allí?-
-Sí...- Respondí.
Pues sigue hacia abajo, y en la farola número veinticinco sin contar esta de aquí, gira la cabeza 45 grados y te encontrarás con la calle.- 
-Muchas gracias...- Dije, todavía extrañada por las indicaciones que me había dado.
Corrí calle abajo contando las farolas (cualquiera diría que me había vuelto majara) y cuando llegué a la número veinticinco ví un cartel en el que se leía JACKSON STREET. 
Bajé un poco la mirada y allí encontré a la misma chica que me había dado el número de teléfono, apoyada contra una Vespa rosa y sujetando dos cascos en las manos.
-Hola Danielle, soy Dyanne, pero llámame Didi, por favor.- Dijo intentando sacudirme la mano con el casco.
-Hola Didi, ¿Me puedes explicar qué demonios está pasando?.- Dije, ya notablemente enfadada puesto que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
-Sube a la moto y te lo cuento por el camino.- 
-No.- Repuse con tono cortante -No me pienso mover de aquí hasta que me lo expliques.-
Me miró con cara exasperada pero al final se dió por vencida.
-Muy bien, si eso es lo que quieres... Mira antes de morir, tus padres formaban parte de una élite llamada la Élite Alfa, ésta, se encargaba de unos asuntos muy importantes que incluso yo desconozco. El caso es que en cada película siempre hay un malo, porque si no ésta no tiene sentido. En este caso es el gobierno porque nuestros asuntos son tan gordos que dicen que probablemente puedan "alterar a la población".- Las últimas palabras las dijo con cierto retintín mostrando su desacuerdo, eso me hizo sonreír un poco. Didi me caía bastante bien, parecía la típica chica despreocupada y aventurera, y eso la hacía bastante sociable.
-¡Eoooo! ¿me estás escuchando?- Me preguntó un poco molesta. 
-Lo siento, sigue por favor.-
-Vale, como iba diciendo, al gobierno no le hacen mucha gracia nuestros planes, por lo que, hace unos años, nos pillaron por sorpresa y se cargaron a unas cuantas de las mentes más prodigiosas de nuestro grupo.-
-Y entre ellos estaban mis padres.- Terminé. 
-Y los míos también, sólo que yo no tuve tanta suerte y me uní a la élite antes, porque no tenía ningún familiar que pudiera cuidar de mí.- Me dijo, un poco apenada.
-¡Oh! ¡Cuánto lo siento! No tenía intención de...- 
-No te preocupes.- Me respondió con una leve sonrisa. -Una se acaba acostumbrando. Bueno, ¿Subes o no?- 
-Mm... vale.- Dije lentamente mientras me ponía el casco y me sentaba detrás suya. -Pero no vayas demasiado rapi...¡Aahhh!- Chillé mientras salíamos pitando de la calle. Didi soltó una sonora carcajada y me dijo: 
-¿Sabes? me caes bastante bien.-
-Gracias,- le respondí. -tú a mí tambíen.-
Como en señal de respuesta aceleró un poco y ví cómo me encaminaba hacia un futuro bastante incierto.